Saturado de textos, atiborrado de palabras, engordado con pretensiones semánticas, el arte Contemporaneo es un contenedor de significados, lo que sea, cualquier objeto y gesto están supeditados a “significar” y ese “significar” está constreñido, con una disciplina sectaria, a ser político, buen rollista, soft-izquierdista que no incomode al neoliberalismo. El paralelismo es: todo significado político da a la obra significado de arte, esto es, la condición de arte está supeditada a ser la depositaria de un slogan, hemos regresado a los regímenes totalitarios que despreciaban el arte que no fuera un instrumento proselitista. El compromiso creador no es con el arte, es con la propagación de un “significado”, así la obra es un significante atado a un significado políticamente aceptable.
Rompamos con esa sumisión, el arte no está obligado a significar, a construir falsas metáforas para conquistar un valor o ser apreciado, el significado es una sensación íntima del creador, no más, es un presentimiento, es el primer latido de la obra. El arte contemporáneo está condenado al significado porque tiene miedo al silencio, al espacio para que la obra exprese su propia realidad, se manifieste, requiere la literalidad conceptual para manipular al espectador, obligarlo a “entender” a asimilar. La necesidad del artista de plasmar un color, modelar arcilla, trazar una línea, es suficiente para significar, para nacer y existir como obra. El significado por más social-político y trendy que sea no es capaz de convertir algo en arte: la presencia del arte es su propio significado, que es capaz de marcar y alterar el espacio-tiempo, que se manifiesta en la urgencia expansiva de la creación.
La belleza, la imaginación y la factura han sido sacrificadas para ser sustituidas por palabrería significativa, tenemos prohibido sentir a la obra; la intuición, la emoción que nos contagia el color, la textura, los volúmenes, la estancia en la contemplación es poética silenciosa. La significación limita a la obra, la hace dependiente, la experiencia estética pierde la libertad de unirse con la sutileza de la obra, la complicidad del diálogo íntimo queda violada por la asamblea de conceptos. El artista que parte de un significado externo mata su voz interna, su instinto con la materia, la forma. La piedra es piedra, el rojo es rojo, lo que el artista y la materia tienen que decir está dicho en el objeto mismo, la manipulación significativa es una mentira adosada a la obra.
La obra con la obligación de significar pide permiso para existir, castrada depende de un salvoconducto teórico, de una justificación frente al espectador, y no es así, la obra no tiene que justificarse verbalmente, la obra tiene que existir en su libertad y en su verdad. El significado inicia como un misterio que intriga al artista, y continúa como un misterio para el espectador que debe adentrarse en la contemplación para percibirlo, significar no es explicar, no es un panfleto que mutila el razonamiento.
Los vicios del lenguaje y de los conceptos enferman a la obra, la distorsionan, la hacen intransitable, no hay estancia posible dentro de algo sobre explicado, no hay investigación. Las obras que sobreviven, que trascienden como arte, son más grandes que el significado, más poderosas que los conceptos, son viscerales, orgánicas, nacen de la profundidad de la psique, de los azares del espíritu. Las que dependen de la tiranía de las palabras curatoriales, teóricas y académicas, morirán con esas palabras, desaparecerán en la vergonzosa tumba de la demagogia.
Saturated by texts, stocked of words, swollen with pretentious semantics, contemporary art is a container of meanings, anything, any object or gesture are meant to have a meaning, understanding that “meaning” is in this case constrained by politicised academic disciplines, empathising with Neoliberalism, under which anything “political” attached to a certain production defaults in artistic value; which would mean that the mere sense of art is to carry out an slogan, it seems like we have returned to the times of those totalitarian regimes which diminished art to propaganda. Today it seems that creativity isn’t committed to produce art, but to advertise a message (i.e. a meaning) which is politically acceptable.
Let’s break through out of submission, art is not meant to have a meaning, or to deconstruct social values in order to be appreciable. The meaning of an art piece is an intimate sensation of its author, nothing but an intuition, the piece’s first heart-beat. Contemporary art is demanded to have a meaning because it is afraid of silence, of the space in which it could be manifested. Contemporary art is dependent of conceptual tropes to have a meaning. A meaning alone, be it socio-political or trendy is not going to turn anything into art, is the sense of presence and the capacity to shift time and space implicit in an art piece what give meaning to itself.
Beauty, imagination and sense of structure have been sacrificed and replaced by empty significance which forbid us from feeling an art piece; to experience through our senses its materiality. Contemporary art seems to ignore how an stance of contemplation is poetics of silence, the assignment of meaning limits an art piece making its aesthetic dependent of a context or an ensemble of concepts. Artists relying on such a method end up losing their own sense with matter and creativity, what the artist and the matter have to say is explicit in the object itself. The conceptual manipulation and the construction of meanings is nothing but lies glued to an art piece.
An art piece obliged to have a meaning is only exhibited to beg for the right to exist, contemporary art defends its existance only through a theoretical frame in order to have meaning in front of an spectator, when in reality an art piece is supposed to exist in its own right and truth. The meaning of an art piece is a flash in the mind of the artist, which continues as a mystery for the spectators to perceive in contemplation, an art piece doesn’t require an explanation in order to have a meaning. The vices of language and concept sicken an art piece; it is impossible then to reach an stance of contemplation in front of these over-explained works of art without research; transcendental artworks are bigger than their meaning and stronger than their concepts, these pieces are born within the depth of the artist’s psyche. In the other hand, those pieces dependent of academic regimes will hopefully die together, vanishing in a common grave with all their lies.